26 junio 2006

Gunilla y yo. Historia de la Very Important Plebe



El pasado sábado fui por un momento una VIP, es decir, una Very Important Person, o al menos así lo decía la tarjetita de Audi con la que fuimos gratuitamente al Cirque du Soleil y tuvimos acceso al Tapis Rouge (en francés suena todo como más importante, ¿verdad?)

El caso, en castizo, es que venía el Circo del Sol a Málaga y teníamos entradas para entrar por la cara a la zona más pija del recinto. Ni cortos ni perezosos allí nos presentamos Sebas y yo. Exactamente una hora antes de que empezara el espectáculo, tal y como ponía en la entrada, porque los VIP somos así de puntuales.

Fuimos de los primeros en llegar, y rápidamente hicimos un reconocimiento de la sala para situarnos, o como dirían los VIP, "echamos una visual para ubicarnos".

Con la copita de champán en la mano empezamos a "degustar" los canapés. Empezamos por el bacalao ahumado, el pinchito de tomatito cherry con boquerón en vinagre y la mouse de no se qué con zanahoria hasta que vimos la mesa con los piquitos y el jamón y dejamos aflorar nuestro lado Very Important Plebe (que al fin y al cabo también es VIP, pero para distinguirlo pondré la plebe en rojo)

Raudos y veloces dejamos a un lado la mesa de las pijadas y nos hicimos fuertes en la del embutido. Allí, copa en mano, empezamos una lucha encarnizada con el resto de VIP por hacernos con las cosas buenas. Sí, sí, con los VIP en rojo, porque hay que recordar que la entrada era gratuita, y que por mucho Audi que tuviera alguien que conociéramos no pertenecíamos a los VIP auténticos que estaban en el otro Tapis Rouge en el que entraban los que pagaban 125 euros por hacer lo mismo que nosotros.

Bueno, algún que otro VIP auténtico sí que había. Por ejemplo, había un hombre con un pantalón verde VIP (ossea chillón y horrible) conjuntado con una camisa también verde VIP que iba con un amiguete que lucía una magnífica camisa roja VIP a juego con sus zapatitos rojos VIP, todo ello sazonado con un look engominado y una coletita que no mediría ni dos centímetros.

Cuando más enfrascada estaba en el análisis de la fauna VIP y VIP vi entrar por la puerta a un hombre despeinado de ademán inconfundible: El marido de la Gunilla. Ahí se nos vio el plumero a todos los VIP que no hacíamos más que cotillear.

Ella, divina a su estilo, claro está, con sus zapatitos de tacón rojo VIP, en su afán de pasar desapercibida, se sentó en el sofá, (también rojo VIP) que estaba situado bajo el único foco que alumbraba al suelo, y por ende, su melenita de rubia oxigenada convirtiéndola en un elemento más del espectáculo.

Superfashion cutrelux como solo puede serlo ella se retrepó en el asiento mientras él le traía y llevaba las copas para que nadie le quitara su sitio debajo del foco aunque en un descuido una mocosa VIP osó posar su culete en el asiento de la condesa, aunque no aguantó mucho la mirada del guardián de la Von Bismarck y de paso, del resto de los que estábamos pendientes de lo que pasaba.

El caso es que empezó la función y allí la perdí de vista. En el intercambio creo que Guni se dió cuenta de que las entradas que le habían regalado eran las mismas que las que tenía la Very Important Plebe, porque no volvió a pisar el Tapis Rouge, y por ende, se quedó sin el CD de regalo y sin probar las torres de pastelitos de todos los colores y sabores.

Lástima que creerte una VIP te prive de los placeres de ser VIP.

23 junio 2006

Contrato Matrimonial

El matrimonio no es más que un contrato entre dos partes revestido de una parafernalia que lo hace más vistoso, complicado y caro. ¿Os imagináis firmando en la oficina con un traje de fiesta mientras tu madre se emociona detrás tuya y un fotógrafo te deslumbra con el flash? Desde luego, no creo que causara muy buena impresión a tu futuro jefe, ¿no?

Pero a lo que vamos. ¿Qué tienen en común un contrato laboral con un matrimonio? Si nos ponemos a pensar se podría decir que el noviazgo equivale a los contratos en prácticas. Al principio estás emocionadísimo, ¡tienes trabajo de lo tuyo!, pero si se prolonga la situación más de lo debido empezamos a hablar de trabajo precario, ¿o es que no cansa estar llevando a tu novia a casa de sus padres durante 15 años?

Después de la fase becario llega la de contrato eventual. Ahora haces lo mismo que cuando estabas en prácticas, pero la empresa tiene un mayor compromiso contigo y cotizas más. Es en este momento cuando algunos se van a vivir juntos y se pasan por el juzgado para rellenar el formulario de pareja de hecho. Ahora hay un papel firmado entre las partes, pero la empresa te puede despedir cuando quiera sin indemnizarte.

En el caso de que el contrato eventual se prolongue durante un determinado periodo de tiempo pasa a considerarse al empleado como indefinido. No importa que tú no hayas firmado nada. La empresa tiene la obligación de dejar de hacerte contratos eventuales, aunque eso no quiere decir que te despidan cuando menos te lo esperes.

Y finalmente, la panacea para algunos... El contrato fijo, que no es más que un contrato eventual pero con indemnización si te despiden, aunque a veces la indemnización es tan baja y las obligaciones adquiridas con la empresa tan grandes que una vez te ves en el paro te preguntas si no te tenías que haber ido antes. Es entonces cuando vas al INEM con 40 tacos a mendigar un empleo, o lo que es lo mismo, a los bares de sexta convocatoria que tanto te repelían cuando tenías 20 años, llenos de madres desesperadas y curritos poco sutiles.

¿A que se parecen más de lo que pensabas un contrato laboral y uno matrimonial?

19 junio 2006

El gato volador

Hay una serie de frases que siempre se dicen y que nunca nos paramos a pensar en lo que significan. Por ejemplo: "La realidad supera la ficción". Esta afirmación es una verdad como un templo, y si no os lo creéis atentos...

El domingo pasado volvía yo a mi casa con mi hermano y con Sebas dispuestos a hacer un Brownie para lucirnos en la cena que teníamos esa noche en casa de mi cuñada. Cargados de chocolate de todas las clases (porque ya la gula nos pudo), entramos en la cocina y vemos a mi madre recogiendo del tendedero una toalla amarilla que no era nuestra mientras decía no se qué de un gato.

Ante el barullo que había en el patio, más animado de lo normal, nos acercamos los tres a la ventana para intentar descubir que relación existía entre esa misteriosa toalla que nunca habíamos visto y un gato, pero lejos de aclarar la situación todo se nos enredó más en nuestras calenturientas cabecitas (volvíamos de la playa) cuando vimos que el tendedero estaba totalmente torcido. Nos empezamos a temer lo peor... ¿Habría caído un gato sobre el tendedero? (nota mental: vivimos en el tercer piso de un bloque de siete plantas)

Intentando salir de nuestro asombro miramos hacia el patio imitando a los vecinos que, al más puro estilo Aquí no hay quién viva, estaban celebrando una junta extraordinaria urgente para analizar las pruebas, cual Grisom, y descubrir el origen de ese OVNI regordete y gris que maullaba en el bajo hecho una bola.

Comprobada la sospecha de que había llovido un gato, intentamos hacer una reconstrucción de los hechos escuchando a los testigos. Y aquí es donde viene lo mejor.

Al parecer mi vecino del quinto A, harto de que se colara en su casa el gato del quinto B, lo corrió a golpetazos por su casa con el palo de la escoba hasta que lo tiró por la ventana después de comprobar como el minino se había comido sus pájaros.

El gato, que es de esos caseros, mimados y regordetes, fue rebotando de tendedero en tendedero hasta caer en el mío junto a la toalla amarilla y parte de la colada de los vecinos. Cuando cedieron las cuerdas, se estampó en el bajo maullando como un loco mientras que los cotillas de turno retransmitían la jugada. (Imaginaos: el gato cae al tercero... arrastra la toalla... evita las bragas de la Loli... regatea las sábanas... aterriza yyyyyyyyyy Gooooooooooool)

Por si todo esto no fuera bastante, resulta que desde mi bloque no hay acceso al patio, así que para sacar al gato había que montar otro número. En esto, mi madre estaba con un sedal y un anzuelo intentando pescar los vaqueros de mi hermano que se habían quedado enganchados en la cuerda de la vecina del segundo que estaba pasando el día fuera.

Al final el vecino del quinto A, el mismo que había tirado al michino por la ventana, se armó de valor, se colocó el chandal, se calzó las zapatillas de cuadros de estar por casa y se coló por una ventana con el palo de la escoba en ristre para echar al gato del patio.

Imaginaos a un tartamudo chillándole a un gato que a su vez estaba acojonado intentando buscar una escapatoria mientras todos los vecinos daban consejos al gladiador de barrio sobre el mejor método para librarse de la fiera. Solo les faltaba gritar eso de "hispano, hispano"

Después de unos momentos de tensión, sobre todo para el minino, el gato encontró la salida y conquistó la libertad. Desde entonces no sabemos donde está el pobre, pero seguro que no vuelve a acercarse a una escoba.

¿Supera esto a la ficción o no?




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