29 marzo 2007

Borja al volante, peligro constante

"Borja, de 22 años y miembro de la liga de padel de Cerdanyola del Vallés, ha sido detenido por la Guardia Civil por conducir su ferrari borracho a 260 kilómetros por hora". "El juez le impuso pena de cárcel de la que se libró al pagar una fianza de 4.000 euros". "Le prohiben conducir su Ferrari durante cuatro años"

Atención, no se trata de un desvarío de los míos, si no de una noticia pura y dura que aparece en todos los medios de comunicación y que podéis consultar más abajo. El chaval lo tiene todo: Borja, padel, Ferrari... Por no hablar del nombre del pueblo, que también es super ideal.
A saber como se llamará la megaplástica urbanización en la que esta víctima del carnet por puntos reside junto a papá, que por cierto, es el que ha aflojado el bolsillo para pagar los 4.000 euros de la fianza, eso sí, sin despeinarse su hiperchuli flequillo engominado.

A pesar de los detalles dados por los compañeros de la prensa me quedan algunas lagunas. A saber:
* ¿Se emborrachó Borja con Johnny Walker etiqueta negra o con un Cardú de ocho años?

* ¿Qué le dijo Borja al juez? ¿Quizás: Te juro por Snoopy y las bragas de Mafalda que no vuelvo a conducir tan velozmente?

* ¿Iba solo el pobre Borja, o llevaba a Pocholo como copiloto?

* ¿Qué Mercedes le comprará papá ahora que un juez vulgar y barriobajero le ha prohibido conducir su Ferrari?

* ¿Por qué tenía tanta prisa Borja? ¿Quizás pensaba que iba a terminar la última sesión de Hoy no me puedo levantar? ¿Llegaba tarde a su cita con sus amigos del colegio mayor para ir a Pachá? A lo mejor Lacoste había sacado una edición super limitada de polos fucsia y pistacho y El Corte Inglés abría sus puertas a media noche para los más afortunados, como para comprar la Play Station 3 o las entradas del concierto de Héroes. ¿Había convocado Rajoy alguna manifestación sorpresa? ¿Huía de la SER?


Quizás estoy siendo demasiado dura a la hora de juzgar a este antisistema, a este inconformista y rebelde sin causa capaz de enfrentarse altruistamente a la ley y enfilar la autopista a más de 200 kilómetros por hora sin temor a que algún vulgar y plebeyo humanoide se estrelle contra su flamante Ferrari.

Todo sea por... por... Mira tú, otra pregunta pendiente.

BORJA EN LA VANGUARDIA

23 marzo 2007

Pongamos que hablo de Madrid

Si alguien está en Madrid y no sabe qué hacer para distraerse, está aburrido o anda escaso de dinero para ir al cine o al teatro, lo mejor para combatir el aburrimiento es darse un paseo por el centro. La sorpresa está asegurada. Por ejemplo, en un solo fin de semana me ha dado tiempo a ver una manifestación cristiano-vegetariana, conseguir el teléfono de un vidente africano, informarme a cerca de los peligros del SIDA, escuchar a un grupo de adolescentes hip-hoperos haciendo play-back en el metro o saber que a un joven Dios le ama. Y todo solo paseando, que es gratis.

Todo empezó en la Gran Vía, donde un grupo de activistas vegetarianos paseaban un ataud con cuernos mientras gritaban consignas en defensa de los animales y repartían folletos informativos. En principio, los papelitos no estaban del todo mal: cabezas de corderitos, terneritos, cerditos y demás itos con los cuerpos desollados. Al menos impactante.
Sin embargo, dentro del folleto venía otro papel en el que aseguraban que Jesucristo era vegetariano. Increíble pero cierto, no sabía yo que en la Biblia se especificaba el menú de la última cena o que en algún pasaje del Libro Sagrado viene algo así como "bienaventurados los amantes de las alcachofas" o "perdóname padre, porque he comido pollo". Bueno, en realidad, a este movimiento no le hace falta que lo diga el mismísimo hijo de Dios, porque ellos tienen a una tal profeta Gabriel que se encarga de reinterpretar el Texto. Así pasa luego lo que pasa.

Mientras le dábamos vueltas a la posibilidad de dejar de comer carne debido a la amenaza divina de la que acabábamos de ser conscientes pusimos rumbo al rastro donde continúa repartiendo información contra el SIDA el mismo hombre que lo hacía cuando estábamos en el colegio. Eso es tesón. Lo que nos faltó fue ver al hombre-cartel que reprochaba a tele 5 haberle robado un guión televisivo y que se podía equiparar al autor del Thriller de Michael Jackson, ese que decía, precisamente en esa cadena, que era chapista de ovnis. ¿Lo recordáis?

Después de conseguir, sin quererlo, información sobre un vidente africano, comenzamos a desandar nuestros pasos para encontrarnos con una pareja de jóvenes repartiendo rosas con un cartelito: "¿qué harías para ser feliz?" No sé más sobre este reparto altruista a las féminas de Santa Engracia.

Ya en el metro, ese hervidero de artistas incomprendidos, un grupo de jóvenes aprovechaba una especie de hornacina en Gran Vía para hacer hip hop en play back. ¿Qué como se hace eso? Pues sin sentido del ridículo, está claro.

Como colofón, por cerrar en la misma onda divina en la que comenzaba este post, nos aborda un joven en la zona del Bernabeu para contarnos que Dios le ama. Increíble pero cierto. No era un majarón, ni un friki, ni un amo a Laura, era un joven de la parroquia de la zona que se había echado a la calle junto a un cura para contarle a cualquiera que Dios le amaba. Supongo que tuvo suerte de dar con nosotros, que como mucho intentábamos no reirnos, porque no me imagino yo muy receptivo a un Hooligan madridista calentito de calimocho.

Madrid la hacemos todos, hasta los que creemos que no hacemos cosas raras para los ojos de los demás.

03 marzo 2007

44 minutos


Bart, putón, papelas, putas. Esas son los únicos cuatro graffittis inteligibles que nos dieron la bienvenida al llegar a Alcalá de Henares después de 44 minutos de experimento sociológico a bordo del C1.

El cercanías viene a ser como un metro pero a lo bestia que conecta las afueras de Madrid con el centro. Al ser sábado, había pocos pasajeros. En realidad, éramos casi los únicos del vagón hasta que en Atocha se sentó delante nuestra una pareja de adolescentes. Ella, no superaba los 13. Todavía tenía cuerpo de niña, ni siquiera le asomaba ni un solo grano en la cara y los dientes aún estaban descolocados. Él, un imberbe de poco más de 14, largiducho y víctima incipiente de un acné que se prometía bastante cruel.

Nada más verlos pensé,(con la perspectiva que da darte cuenta de que los niños de 12 de ahora no saben quiénes eran los Fraggel ni Héroes del Silencio), ¡qué pronto se empareja ahora la gente! Pero flipé aún más (al igual que los pocos pasajeros del cercanías que nos acompañaban) cuando vi a la chavala en acción. Insisto en que no tenía más de 13. Con frases como "abrázame cariño", "bésame mi vida" y demás la pequeña mocosa se restregaba con la entrepierna de su novio de guardería empezando algo que solo la inexperiencia, y tal vez la timidez, de su acompañante dejó en un juego. (Hay que reconocerle el mérito que tiene aguantar más de 40 minutos de la que podría ser la coreografía de "Al compás del chacachá, del chacachá del tren....")

Cuando llegaron a Torrejón, después de más de 40 minutos de "cariños", "mis vidas", y "abrázames", se colocaron sus mochilas y bajaron al andén, alejándose como si se tratara de dos hermanos que van de excursión. Fue entonces cuando, peligrosamente, me sorprendí a mí misma pensando "¡qué difícil debe ser padre!"

Intentando recordar cuales eran mis preocupaciones con 13 años,(cuando en el colegio solo tenía novio la más espabilada de la clase y casi era un escándalo), llegamos hasta Alcalá, de donde salimos rumbo a Madrid pasadas las 17:00 horas.

Entonces los graffittis nos despedían en orden inverso: Putas, papelas, putón y Bart. Mientras tanto, un par de chavales con el pavo en todo su apojeo se subieron al vagón.

Uno de ellos era un neo heavy embutido en unos vaqueros que, puedo prometer y prometo, le van a dejar estéril. El otro, por el contrario, seguidor de la moda hip hopera, llevaba la ropa 20 tallas más grande, y por supuesto, con estampado militar. Tenían pinta de chicos duros, desde luego, el disfraz les había quedado bien, pero el heavy perdió todo su encanto cuando sacó de la mochila la caja de algo que parecía un medicamento y se empezó a huntar una crema en su brazo, probablemente, recién tatuado.

Después de echarse 20 capas de crema, me sorprendió todavía más cuando volvió a meter la mano en la mochila. Esta vez sacó un rulo de papel de celofán transparente, de ese que se usa en cualquier casa para envolver las sobras de embutido. Se levantó, su amigo hizo lo mismo, y el hip hopero empezó a enrollarle el brazo al heavy tatuado como si se tratara de una barra de salami.

La gente estaba flipando, pero con ese flipe discreto de quién comparte un espacio cerrado y reducido con alguien que hace cosas raras.

Con su brazo bien envuelto en Reynolón se colocó bien sus gafas de malote, se alisó la camiseta de Led Zeppelin que debió heredar de su hermano mayor, y recompuso su cara de machote.

Y todo esto en solo 44 minutos de ida y 44 de vuelta. No me quiero ni imaginar la de cosas que me pierdo al no coger el cercanías todos los días.

Por favor ¡El tren hasta Estepona ya!

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