23 septiembre 2008

Hostilidad comercial. Manual de desatención al cliente.

Algunos comerciantes de la localidad parece que han invertido horas y horas de su tiempo libre en la realización de un Master en Hostilidad Comercial. Seguro que más de uno tiene mil ejemplos para ilustrar esta teoría. Yo voy a exponer mis experiencias vitales al respecto.

Cierta mañana de sábado se me ocurrió entrar a una papelería a pedir un cuaderno Moleskine de viaje. Así dicho puede parecer algo complicado, pero en el establecimiento tenían un expositor de esta marca, por lo que albergaba la esperanza de comprar la ansiada libretilla. Como no la encontraba le pregunté a la dependienta que me miró con el ceño fruncido y el cuello "engurruñido" entre los hombros mientras negaba insistentemente con la cabeza haciendo un chasquido con su lengua como si le estuviera pidiendo un pliego de papel wasi, unos clips de titanio forjados en los fuegos de Mordor o una pluma de avestruz oriental. Al final, como imaginaréis, me quedé sin la libreta.
Conclusión: Tendré que ir a la FNAC a por ella.

Pues bien, días después, fruto de mi despiste habitual, no sabía si el recibo del teléfono estaba pagado o no, así que me dirigí al banco en el que lo pago habitualmente para hacer una estúpida pregunta: ¿está abonado este recibo? La cajera,una cuarentona con rubio Mercadona número 5, coge mi papelito como si estuviera huntado en mierda, lo mira de lejos y me dice amablemente (nótese la ironía) "yo no sé las cuentas de Telefónica. Llámalos a ellos".
Obnubilada por tanta amabilidad, y sintiéndome realmente estúpida por hacer una consulta tan descabellada como esa, cogí mi papelito y me fui a casa a averiguar por mi cuenta si era o no morosa.

Pero como el hombre es el único animal que tropieza dos veces con la misma piedra pues volví a la misma entidad a pagar otro recibo. Estando en la cola la ví y crucé los dedos para que no me tocara con ella. Pero.... Caprichos del destino, ahí estaba yo otra vez delante de la ventanilla de la rubia artificial. De nuevo cogió mis papeles como si estuvieran contaminados con antrax, hizo sus cálculos a mala gana y pretendía cobrarme el doble. ¡¡¡Válgame!!! ¡Tuvo que rectificar! ¡Le hice perder cinco minutos de su valiosísisisismo tiempo! La verdad es que me gustó verle la cara de fastidio, para que lo vamos a negar.
Conclusión: De ahora en adelante lo domiciliaré todo, por su puesto, en otro banco.

Finalmente, una mañana mañanera de viernes, a las 08:30 me dispuse a comprar un croissant calentito para desayunar. Entré en el negocio y vi la nevera repleta de bollería de todo tipo así que llamé al timbrecito, salió una mini mujer de la retaguardia y le dije: "Buenos días, quería un croissant. ?Lo tienes calentito?" LA respuesta fue "¡Hombre, es que esos no te los voy a vender!" Mi cara debió de ser un poema porque me dijo, con la misma mala pipa, "es que esos son de ayer. Si quieres te esperas dos minutos a que salgan los nuevos".
Se ve que lo que tenía calentito la moza no eran los croissant.

En fin. Estos son tan solo algunos ejemplos que se pueden encontrar en las calles de Estepona. Por suerte, también hay quién trata al cliente como se debe. Tampoco se pide que te hagan reverencias constantes. Una se conforma con que le devuelvan los buenos días de vez en cuando.

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