17 noviembre 2006
Si yo fuera Amelie Pulain
Amelie es una de mis películas favoritas, si no la favorita indiscutible. Me gusta, sobre todo, porque da protagonismo a lo cotidiano, convirtiendo en una aventura el día a día, incluidas las pequeñas manías.
Si yo fuera uno de los personajes de esta película, mi definición sería más o menos la siguiente:
A Amelie Pulain le gusta viajar sentada al lado de la ventanilla sin que le den conversación. Su medio de transporte favorito es el avión y odia el autobús, especialmente el de Portillo, que siempre huele a Cheetos.
Sus gominolas favoritas son las habichuelas de colores (con las que siempre se empacha cuando va al cine) y odia el pescado o cualquier alimento que deje regustillo a mar en su boca, además de las lentejas y las judías pintas.
Amelie detesta levantarse temprano, tener tiempo libre y no saber que hacer con él y conectarse al mesenger y que nadie le conteste.
A Amelie le gusta bajar a la playa al atardecer porque no soporta el calor, sobre todo cuando no te deja dormir. Le encanta la ropa de invierno, pasear por Madrid en Navidad, comprar regalos y observar el comportamiento de la gente cuando creen que nadie les mira.
En la cocina, lo que más detesta es mojarse las manos en invierno y le molesta especialmente que dejen las puertas y los cajones abiertos. A la hora de comer, a Amelie le gusta amontonar los cubiertos a su izquierda, mover el café en el sentido contrario a las agujas del reloj y colocar la fruta y los yogures, siempre, en el mismo extremo de la mesa.
A Amelie no le gusta que le lleven la contraria en cosas evidentes, le da mucha pereza cambiarse de ropa cuando hace frío y le encanta como huele cuando llueve. Además, siempre abre la ventanilla cuando va por la carretera a la altura del faro de Calaburras para ver si ese día huele mucho a mar.
Amelie adora los zapatos, olfatear todos los productos de las tiendas que venden jabones de colores, las camisetas con dibujos frikis y las serie y películas policiacas, de terror y de misterio.
