10 diciembre 2007

Navidad desnaturalizada

La Navidad ya no es lo que era. La están exterminando. Primero desaparecieron las muñecas de Famosa, que todos recordamos tan nostalgicamente dirigiéndose "al portal para hacer llegar al niño su cariño y su amistad". Después, a los de la ONCE, les entró la vena artística y decidieron eliminar al calvo. ¡Al calvo, por Dios! Si era el símbolo de la llegada de la Navidad consumista por antonomasia, (junto a las luces del Corte Inglés, claro está).

Pues bien, este año no han tenido bastante y a los de Freixenet también se les ha ido la pinza y han decidido, unilateralmente, dejarnos sin las burbujas, sin esas mujercitas vestidas de color oro, que sin pudor se enfundaban un gorro de natación dorado para revolucionar la pantalla junto al famoso de turno. Ahora, nos plantan un tostón infumable, eso sí, firmado por Martin Escorsese.



¿Qué será lo siguiente? ¿Desaparecerá Papá Noel del anuncio de Suchard? ¿Quitarán al Lobo que nos dice aquello de "Que gran turrón"? ¿Se peleará el protagonista del anuncio del Almendro con su familia y dejará de volver por Navidad? ¿Rebajarán el precio del 1880 para que deje de ser el turrón más caro del mundo?

Conan el peluquero


Si Elvis vive, Conan el Bárbaro también, y lo hace en Estepona, solo que transexualizado y dedicado a la belleza. ¿Qué no os lo creéis? pues pasad por la peluquería de mi barrio y aventuraos, simplemente, a que os laven la cabeza.
Os explico. En un ataque de racanería, pensé en ahorrarme unos eurillos alisándome el pelo en ese cutre-establecimiento que hay frente a mi casa.
Antes de bajar a pedir cita, analicé la situación desde el balcón para confirmar que ese negocio era una peluquería, aunque no entrara nadie. Finalmente, me armé de valor, bajé, sorteé el perro que dormía amarrado a la puerta y, mientras intentaba ver los precios, una mujerona rubia con un cigarro en la mano me abordó para darme un papel con las tarifas.
A pesar de los indicios de cutrez (como por ejemplo las megalosetas blancas y negras en forma de rombo en el suelo, y una única silla y espejo- que ni el ikea- para peinar), decidí (incomprensiblemente) ir al día siguiente.

Allí estaba yo. Antes de poder quitarme las gafas de sol Conan ya me tenía sentada en una incomodísima silla de eskai negra y me mojaba la cabeza con un agua que pasaba del frío polar al estado de ebullición. Después, me echó el champú (que no sé de donde sacó porque no estaba a la vista) y empezó a frotar con sus uñas de porcelana como si el objetivo fuera arrancarme el cuero cabelludo o esnucarme en el lavabo, porque me frotaba tan, tan fuerte que me levantaba el cuello continuamente golpeándolo con la losa. A todo esto, indignada, me decía "tienes mucho pelo", y yo pensaba "y espero seguir conservándolo".

Después del primer lavado llegó el momento de enjuagar, y de camino, bañarme, porque Conan tuvo que pensar que el grifo era una manguera, le debió poner el dedo gordo al chorrito y me puso toda la cara chorreando. Tras secarme, llegó el momento del segundo lavado, aún con más saña que el primero. Tanto fue así que terminó colocándose delante de mí para frotar con más ganas, mientras volvía a repetir "es que tienes mucho pelo". Aquí ya empecé a pensar que lo que le pasaba a la tía es que estaba viendo la que se le venía encima a la hora de peinarme y decidió rebajar el volumen de manera artesanal.

Por fin, cuando quedó satisfecha con su proceso de lavado, me sentó en la única silla de peinado, cogió el secador y... Prepárate para el churruscado capilar. Ahí ya sí que no pude más, me veía ardiendo, así que a la segunda arremetida, esquivé la máquina infernal y se percató de que me estaba quemando. Como solución, Conan optó por coger un megarulo brutal para alisarme el pelo.
Imagináos lo que pudo ser eso. El megarulo giraba una y otra vez CONTRA MI CABEZA, arañándome con los pinchitos negros. En fin, ahí pensé que saldría de allí como un código de barras.

Tras media hora de tortura, Conan terminó su trabajo y empezó a tirarme de las puntas del pelo para estudiar el corte que me había hecho la semana anterior en otra peluquería. Después de mucho zarandearme la cabeza me dijo con su acento de guiri londinense "esto está mal, la próxima vez ven por aquí y te lo arreglo". En ese momento pensé que Conan con unas tijeras tenía que tener más peligro que un mono con dos pistolas, así que me levanté de un salto, le dije "sí, sí.... Ya me pasaré", le pagué y puse pies en polvorosa antes de que cerrara la puerta y me tomara como rehén para sus experimentos.

Al final, me gasté 12 euros, me dejó el pelo como si me lo hubiera alisado en casa, y de regalo un arañazo en el cogote. LO BARATO SALE CARO

This page is powered by Blogger. Isn't yours?

VISITAS