14 noviembre 2008
Encarnita se aprincesa
Sí señores. Ha llegado el momento. Encarnita tiene que dejar los vaqueros y aprincesarse. La ocasión lo merece. Nos vamos de bodorrio.
Con la idea de un vestido largo con la espalda al aire en mente, Encarnita pone rumbo a la Cañada para buscar la preciada prenda. Después de ver 200 mil millones de tiendas recala en la última esperanza. Tiene pinta de cara, pero bueno... Por probarte no te cobran.
Entre bambulas, pedrerías y gasas Encarnita busca su vestido. No le gusta ninguno. Al final decide darle una oportunidad a dos.
En el probador, Encarnita se mete el vestido por la cabeza, se baja los pantalones hasta los tobillos e intenta cerrarse la cremallera. No puede. Pide ayuda logística a su madre. Encarnita se mira al espejo. Parece una Pepi revenida.
Sale del probador andando como un pingüino (recordad que los pantalones van por los tobillos). ¡Es monísimo!, se oye, pero a ella no le convence. Mientras tanto su madre le pone alfileres para ajustarle el vestido, porque, por supuesto, es impensable que una talla menos pueda entrarle (al menos para su madre) Se prueba una talla menos y le queda perfecto. Tenía razón. Se regocija en ese momento de felicidad.
Viene la dependienta. ¿Quieres probártelo con unos tacones? La verdad es que los tenis negros con el vestido no van muy bien, por no hablar de los pantalones.
Encarnita se quita los vaqueros y los tenis, pero es casi peor. Hoy lleva los calcetines turquesa con corazones naranjas. ¡Qué desastre! Mejor con los zapatillas.
El otro vestido queda descartado. ¡400 euros para un rato! Mejor se aprincesa en casa. Es lo que tiene tener modista a domicilio. ¡Si quieres te pruebas con patucos!
Con la idea de un vestido largo con la espalda al aire en mente, Encarnita pone rumbo a la Cañada para buscar la preciada prenda. Después de ver 200 mil millones de tiendas recala en la última esperanza. Tiene pinta de cara, pero bueno... Por probarte no te cobran.
Entre bambulas, pedrerías y gasas Encarnita busca su vestido. No le gusta ninguno. Al final decide darle una oportunidad a dos.
En el probador, Encarnita se mete el vestido por la cabeza, se baja los pantalones hasta los tobillos e intenta cerrarse la cremallera. No puede. Pide ayuda logística a su madre. Encarnita se mira al espejo. Parece una Pepi revenida.
Sale del probador andando como un pingüino (recordad que los pantalones van por los tobillos). ¡Es monísimo!, se oye, pero a ella no le convence. Mientras tanto su madre le pone alfileres para ajustarle el vestido, porque, por supuesto, es impensable que una talla menos pueda entrarle (al menos para su madre) Se prueba una talla menos y le queda perfecto. Tenía razón. Se regocija en ese momento de felicidad.
Viene la dependienta. ¿Quieres probártelo con unos tacones? La verdad es que los tenis negros con el vestido no van muy bien, por no hablar de los pantalones.
Encarnita se quita los vaqueros y los tenis, pero es casi peor. Hoy lleva los calcetines turquesa con corazones naranjas. ¡Qué desastre! Mejor con los zapatillas.
El otro vestido queda descartado. ¡400 euros para un rato! Mejor se aprincesa en casa. Es lo que tiene tener modista a domicilio. ¡Si quieres te pruebas con patucos!